¿Cuál es el mejor momento para comprar una silla salvaescaleras?
¿Qué ocurre cuando una escalera deja de ser una aliada en su camino, para convertirse en un recordatorio de su limitación física?
Escrito por Stannah
Las escaleras pueden tener diferentes formas y tamaños. Pueden ser rectas, curvas o en espiral. Pueden estar en el interior o exterior. Pueden estar pensadas para un uso práctico, para impresionar con su belleza estética, o ambos. Pero lo que todas las escaleras tienen en común es que dictan el ritmo con el que caminamos sobre ellas.
Y todo está bien cuando estamos fuertes y de buena salud. Hasta que algo cambia.
Puede pasar a cualquier edad. Puede deberse a un accidente, a los efectos naturales del envejecimiento o a la artritis. Pueden ser las articulaciones de nuestras rodillas, la cadera, o puede ser una insuficiencia cardiaca, o cualquier otra condición que convierte el acto de subir escaleras en algo doloroso.
Gradualmente, las escaleras dejan de ser las aliadas que nos permiten ir de A a B. Esta estructura tan familiar y recurrente en nuestras rutinas diarias puede convertirse en una enemiga que nos limita en nuestro camino, constantemente recordándonos nuestra limitación física.
La razón por la que decidimos escribir hoy sobre este tema es que queremos tener una oportunidad de tratarlo de una forma genuina, sincera y, sobre todo, positiva. Por eso, nos pareció lógico recurrir a la teoría de Richard Campbell (“El héroe de las mil caras”, 1949), más tarde recuperada por Phil Cousineau en su “El Viaje del Héroe” (1990). No es que las historias de nuestros clientes sean sagas, pero creemos que tienen un significado emocional muy importante que merece la pena compartir. Además, hemos constatado que, en todo el mundo, que existe un patrón en las diferentes fases por las que pasan nuestros clientes en su viaje hacia la decisión de recuperar su independencia en casa… y sabemos que muchos de los que nos leen ahora se reconocerán en este proceso.
¿Pero por qué “viaje” y por qué “héroe”?
Después de más de 750.000 sillas salvaescaleras instaladas en todo el mundo, nunca hemos dejado de sentirnos sorprendidos por cada batalla física y psicológica que nuestros clientes enfrentan hasta llegar al punto donde están ahora: subiendo y bajando las escaleras tranquilamente en sus sillas salvaescaleras. Por saber los obstáculos que enfrentan, los vemos como héroes de la vida real. No lo decimos de forma condescendiente. Creemos verdaderamente que sus historias deben inspirar a otros.
Considerando que cada cliente tiene una historia distinta, empezamos por intentar encontrar lo primero que tienen en común: “el escenario” – las escaleras. La segunda cosa que tienen en común es el “proceso” de reconocer y aceptar una nueva realidad que no es del todo fácil. Independientemente de la cultura o del mercado donde actuemos, algunos de estos viajes y procesos pueden llevar tan solo un par de días, pero también pueden llevar varios años. Conocemos muy bien a nuestros clientes y podemos constatar que existe un arquetipo por detrás de este viaje. Es como si las escaleras fueran las villanas de esta historia y lanzasen la trama que le da a nuestros héroes la oportunidad de evolucionar y caminar hacia una perspectiva más positiva a cerca del envejecimiento y de la vida en general.
Nuestro héroe se enfrenta a un reto: reconocer el decaimiento físico
Después de 40 años en el mercado de las sillas salvaescaleras, hemos visto como el estigma y la resistencia en aceptar un producto de ayuda a la movilidad es una realidad. Esto es así porque la juventud y la vitalidad serán siempre la definición de todo lo que es bueno y deseable en nuestra sociedad. Desde la antigüedad clásica, la vejez se ha percibido como una fase de decadencia y decrepitud, mientras la juventud se valoraba por encima de todo.
De hecho, muchas personas que necesitan equipos de movilidad temen la posibilidad de tener que utilizarlos, sobre todo en frente a otras personas. Tras tantos años contactando con nuestros clientes siempre demostramos una actitud positiva ante este estigma. Todo empieza por mostrar comprensión y darles a nuestros clientes tiempo para que venzan todos esos obstáculos psicológicos a su ritmo.
Aun así, nunca hemos bajado los brazos, nunca hemos abandonado a nuestros clientes y nunca hemos dejado de querer mejorar su experiencia en el viaje hacia la recuperación de su escalera segura, de su independencia en casa.
Y es que, para poder cumplir el sueño de envejecer en casa, hay que pensar a largo plazo y tener en cuenta muchos factores. El proceso puede empezar por algo tan sencillo como buscar calzado apropiado para su comodidad y para evitar caídas. El simple hecho de pensarlo hará con que muchos sientan que la vejez les está ganando y se resistirán a la idea lo más que puedan. Hay que reconocer que la movilidad va cambiando a lo largo del tiempo y que ciertas tareas sencillas hoy se pueden convertir en retos mañana, puede causar estrés y ansiedad solo de pensarlo.
Es por toda esta mezcla de sentimientos que mejorar la calidad de vida en casa a medida que envejecemos no siempre es una decisión tan linear y obvia. Y cuando el problema son las escaleras, puede ser aún más complicado. Incluso sabiendo que los beneficios de convertirse en héroes de su proprio viaje les cambiará la vida para mejor, aceptar el decaimiento físico y reconocer que necesitan una silla salvaescaleras para enfrentar las escaleras pueden ser un verdadero reto.
El héroe rechaza el reto: “Una silla salvaescaleras? ¡Eso es para viejos!”
Tenemos la tendencia a colocar las personas en categorías. De hecho, hemos categorizado todo lo que conocemos desde los albores de la civilización. Por eso, cuando alguien cumple 65 años, se le categoriza como “anciano” o “adulto mayor”, aún que esa persona no se reconozca a sí misma como siendo “vieja”. Desafortunadamente, todavía existe mucho estigma hacia la vejez y por eso muchos se resisten en reconocer que su cuerpo muestra las primeras señales de envejecimiento.
Si transportamos esta observación a la dificultad de subir y bajar escaleras, en Stannah sabemos que esa dificultad se puede deber a diferentes factores, no siempre asociados a la vejez. Sin embargo, según nuestro estudio de mercado más reciente, hemos concluido que casi el 50% de los utilizadores de sillas salvaescaleras sufre de problemas relacionados con las rodillas. Dolor de rodillas causado ya ser por un accidente, por el desgaste de las articulaciones o por la artritis. Se trata, así, del ejemplo más común y podemos incluso decir que la historia del dolor de rodillas es la más universal que podemos contar.
Así que pongamos el ejemplo de una mujer o de un hombre en sus cincuenta o inicio de los sesenta. No se consideran para nada “viejos” y, en realidad, no lo son, pero se ven afectados por un grave dolor de rodillas y dificultad al subir y bajar escaleras. Sabemos que luchan a diario para poder hacer las tareas, sobre todo cuando se trata de ir la planta superior de su casa.
Lo más común que ocurre en estas situaciones es que van a tener dificultad en reconocer que necesitan ayuda. Suben y bajan las escaleras agarrados con las dos manos a la barandilla o incluso a gatas, con tal de no reconocer que les vendría bien un equipo de movilidad.
Quizás parezca algo obvio para quien lee este artículo que aceptar esa ayuda sería la solución más obvia. Pero solo los que recurren este viaje entenderán lo difícil que es dejar atrás la ilusión de que todavía somos “capaces” de subir esas escaleras como cuando éramos jóvenes, aun sabiendo que ya no es seguro. Y esta historia es un ejemplo de todas las barreras emocionales que nuestros héroes colocan en su propio camino.
El héroe empieza su camino de suplicios, que puede tardar años
Imaginemos a nuestros héroes – que todavía no saben que lo son – y el camino de suplicios que deben recurrir y que, en algunos casos, tardan años en recorrer. Incluso planifican su día alrededor de lo que las escaleras les permiten o no hacer (bajar en la mañana y evitar volver a subir, solo cuando se vayan a acostar), lo que ya es señal suficiente de que llegó el momento de cambiar algo.
En este punto del camino, nuestros héroes ya saben que existe una solución que les permitiría subir y bajar las escaleras sin dolor. Sin embargo, todavía entienden el uso de una silla salvaescaleras como un reconocer de su decaimiento físico y vejez, por eso, rechazan la solución y seguirán utilizando las escaleras con dolor y esforzándose para no caer.
Además, consideran soluciones más dispendiosas como cambiarse de casa, con tal de no utilizar un equipo de ayuda a la movilidad. Pero, si se lo piensan más, ¡no es tan fácil deshacerse de la casa donde hemos estado toda la vida! ¿Qué pasa con todas los buenos recuerdos y pertenencias? ¿Y cuánto costará cambiarse a una casa de una sola planta?
Desafortunadamente, este rechazo puede continuar por años, mientras la condición física se deteriora o hasta que ocurre una caída. Esto es un ejemplo de cómo algunos de nuestros héroes recurren ese camino de suplicios. Por eso, cuando nuestros clientes nos contactan la primera vez, ya sabemos que llevan muchos años sufriendo. A veces, nos llaman solo después de una caída incapacitante. Así que nunca nos cansamos de hablar de prevención y nos alegra cuando las familias nos llaman antes de que lo peor ocurra.
El héroe enfrenta el “mal”, al superar las barreras psicológicas
En este punto del camino, la familia está preocupada con la seguridad de su ser querido cada vez que este debe utilizar las escaleras. Es inevitable. Todos ven como demuestra dificultad y el riesgo de caída es eminente. Y, sin más, algo ilumina a nuestro héroe y empieza pensando: ¿qué pasaría si me caigo? Piensa cómo eso le afectaría, pero, sobre todo, piensa como su caída incapacitante afectaría a su familia.
Es aquí cuando nuestro héroe vence todo el “mal”, todas las barreras psicológicas que el mismo había tendido en su camino. Nuestro héroe entiende ahora que hay cosas mejores en la vida que vivir limitado por unas escaleras. Finalmente, alcanza la sabiduría de reconocer que necesita dar el próximo paso para la aceptación, no solo para su proprio bien estar, pero también para la tranquilidad de su familia.
Algunos, quizás, entendían la silla salvaescaleras como un lujo, pero después de ser testimonio de casos malogrados y de caídas incapacitantes, entienden también que la silla salvaescaleras es una necesidad para ellos y para su familia.
Imaginemos a nuestros héroes sin miedo a bajar para ver cómo va su mascota o subir tranquilamente en su silla salvaescaleras para coger las gafas que se le habían olvidado en el cuarto. Todo esto sin ansiedad. Llegar a este punto del camino es estar un paso más cerca de convertirse en el verdadero héroe de su viaje, con la certeza de que han tomado la mejor decisión.
El héroe sale victorioso de su viaje, porque ha tomado la decisión acertada
En la primera visita a nuestros clientes, nuestro enfoque está en comprender y evaluar su condición de movilidad y entender cómo esas limitaciones físicas pueden impactar su rutina. Haremos varias preguntas para entender que es lo logran o no hacer. En esta fase del viaje, es muy importante una evaluación honesta y nuestros héroes estarán preparados para reconocer esas limitaciones.
Por lo general, la primera experiencia utilizando la silla salvaescaleras es toda una conquista, es un momento victorioso para nuestros clientes, que ahora ya se reconocen también como héroes. ¿Pero por qué no fue posible llegar a esa conclusión antes? Cada uno debe hacer su recorrido, a su ritmo, hasta que la idea está bien madura en sus mentes.
Es toda una victoria saber que podrán envejecer en casa, que no tienen que gastarse una fortuna en cambiarse a una casa sin escaleras (con todos los trámites, costo y molestia que eso supondría), ni tampoco depender de nadie para subir y bajar las escaleras. Elegir la elegante y sencilla solución que es una silla salvaescaleras, es la solución más práctica. Más de 750.000 personas tienen una silla salvaescaleras en sus casas. No pueden estar equivocadas, ¿verdad?